Britney Spears está aterrorizada. Tirada en un rincón de su casa, escuchando ruidos y movimientos que vienen de ninguna parte. Dice que quiere escaparse porque ya no puede vivir en su mansión de Beverly Hills. Vive convencida de que su casa está embrujada. Hace poco, según las malas y chismosas lenguas estadounidenses, no podía dormir por los sonidos que escuchaba, así que junto a su asistente resolvieron poner un incienso en cada esquina de su cuarto. Aparentemente la improvisada sesión de espiritismo dio resultado, porque los ruidos cesaron.
Los cazafantasmas del mundo deberían tener en cuenta esta experiencia, ya que con cuatro inciensos se calma cualquier fantasma. Hasta los que son fanáticos de Spears.
Es que ese fue el detalle más macabro en todo el asunto. Los fantasmas de la casa de Spears han bailado al ritmo de su música. Esto nos arroja algunas posibles explicaciones. Puede tratarse de fanáticos muertos, que no quieren dejar de escucharla ni en el cielo ni en el infierno, así que vuelven para zapatear en su mansión. Y la otra opción es que se trate de críticos feroces que vuelven a la vida para protestar. También hay una tercera opción, y es por supuesto la más lógica, que implica que Spears no está muy bien de la cabeza. Y para esto hay antecedentes variados. Quienes se habían olvidado de ella, pueden saber ahora que sigue allí, no solamente cantando sino también con su aventurera vida. Hace más de una década se la conoció por su música y su imagen de estrella adolescente. Hace algunos años, un poco más acá, se la conoció como una ex estrella desquiciada, que no podía hacerse cargo de sus hijos ni llevar un divorcio con discreción. Y más recientemente se la conoció como una ex estrella pop que sabía volver a las grandes ligas, con el apoyo de colegas como Madonna. Pero los fantasmas están ahí, y más que seres sobrenaturales son los de su cabeza, producto de toda una vida de agite en el difícil mundo del espectáculo
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